Sin embargo, las primeras poblaciones que colonizaron de manera estable la zona de Colli Albani fueron los latinos, un conjunto de pueblos de origen indoeuropeo que se asentaron en el Lacio antiguo (el Latium Vetus de Plinio el Viejo, que se extendía desde el sur del río Tíber hasta la punta del Circeo) a partir del 2000 a. C.
Cuatro siglos antes de la fundación de Roma, los latinos ya habían establecido aquí sus ciudades – Alba Longa, Tusculum, Aricia, Lanuvium, Velitrae, por citar solo las principales -que se habían aliado de manera estable en una confederación llamada Liga Latina.
El corazón de la vida religiosa y política de la confederación estaba en lo que hoy conocemos como Monte Cavo, el antiguo Mons Albanus, donde se había erguido el templo en honor a Júpiter del Lacio (Iuppiter Latiaris) y donde cada año se celebraban las Feriae Latinae, que consistían en una serie de festejos en los que los pueblos de la Liga se reencontraban y consolidaban los vínculos recíprocos de pertenencia y alianza.
Los latinos constituyeron durante siglos un obstáculo para Roma y fueron numerosas las batallas en las que los romanos intentaron someterlos. Sin embargo, a pesar de la destrucción de su capital, Albalonga, en el siglo VII a. C. (orquestada por Tulio Hostilio y atribuida tradicionalmente a la victoria de los Horacios sobre los Curiacios), la Liga Latina fue derrotada definitivamente tres siglos después, en el 338 a. C. y, por lo tanto, disuelta. A partir de entonces, Colli Albani estuvo bajo el dominio de Roma.
En el año 193 d. C., Septimo Severo ordenó la construcción de los Castra Albana (campamentos romanos a partir de los cuales se originó el actual Albano Laziale), donde quiso establecer la Segunda Legio Parthica, que tenía la función de guardia del cuerpo del emperador.
Importantes personalidades de la antigua Roma prefirieron Colli Albani y construyeron aquí sus residencias. Por ejemplo, el emperador Domiciano tenía un extenso terreno que abarcaba todo el lago Albano, mientras que Calígula tenía ancladas en el lago de Nemi dos lujosas villas flotantes.
Las invasiones bárbaras que azotaron la península itálica y desencadenaron en el año 476 d. C. la caída del Imperio Romano de Occidente también provocaron el fenómeno conocido como «incastellamento», es decir, el refugio de la población en las alturas para protegerse de las invasiones bárbaras. Varias familias nobles construyeron aquí sus fortalezas, en torno a las cuales se desarrollaron, a lo largo de los siglos, las aldeas que más tarde se convertirían en los Castelli Romani (Castillos Romanos).
A partir del siglo X, la familia de los condes de Túsculo, que gozaba de gran poder, se estableció en la antigua ciudad de Tusculum. Fue precisamente un miembro de esta familia quien, en el año 1004, donó a san Nilo el terreno sobre el cual el monje fundaría la abadía de Grottaferrata.
Incluso después de la caída del Imperio, la ciudad que fue caput mundi no dejó de dominar Colli Albani, que con el paso de los siglos pasó a la Iglesia de Roma, que se convirtió gradualmente en propietaria de todos los fondos de la zona.
A lo largo de la Edad Media, el territorio de Castelli Romani fue escenario de continuas batallas por el poder desencadenadas por las familias feudatarias romanas importantes, muchos de cuyos miembros pertenecían al alto clero.
En 1167, las tropas imperiales de Federico I Barbarroja derrotaron a las pontificias de Alejandro III en la batalla de Prata Porci, en Monteporzio Catone. Más tarde, una vez retirado el ejército imperial, Roma se empeñó en la destrucción de las ciudades de Albanum y Tusculum, que en estos acontecimientos se habían aliado con el emperador.
Al mismo tiempo, se produjo un desprecio hacia la Iglesia de Roma.
En 1379, un año antes del Cisma de Occidente, el ejército de mercenarios bretones y gascones pagados por el antipapa Clemente VII desafió a las tropas del papa Urbano VI en la célebre batalla de Marino, donde las milicias pontificias obtuvieron una victoria decisiva.
En 1433, los barones romanos se rebelaron contra el papa Eugenio IV, desencadenándose así una guerra que, a lo largo de tres años, envolvió a diversos pueblos de Castelli Romani y culminó en 1436 con la destrucción de Albano Laziale a manos del ejército pontificio capitaneado por Vitelleschi.
En 1501, también Marino, feudo de la poderosa familia Colonna, fue arrasada en la guerra que estos mantuvieron contra el papa Alejandro VI.
Finalmente, cuando en 1527 los lansquenetes vencieron a Roma, el territorio de Castelli Romani también fue saqueado y devastado, principalmente Marino y Velletri; entre tanto destrozo, Frascati se salvó milagrosamente, hecho que la piedad popular atribuye a la Virgen María.
En la segunda mitad del siglo XVI y hasta finales del XVIII, los Castelli Romani disfrutaron de un periodo de relativa paz y estabilidad. A lo largo de estos dos siglos, las familias de la aristocracia romana compitieron por construir, embellecer y reestructurar sus lujosas casas de campo con sus elegantes parques y jardines, además de enriquecer el territorio castellano con importantes infraestructuras y elementos urbanísticos de calidad. Los ejemplos más significativos son las célebres villas tuscolanas situadas entre Frascati, Monteporzio Catone y Grottaferrata; No obstante, también destaca la localidad de Ariccia, con su importante complejo berniniano de Piazza Repubblica (Plaza de la República), que incluye el Palacio Chigi y la Chiesa dell’Assunta (Iglesia de la Asunción), el Palacio Pontificio de Castelgandolfo, el Palacio Sforza-Cesarini de Genzano, el Palacio Colonna en Marino, el Palacio Ferrajoli en Albano, etc.
La paz se acabó en Castelli Romani en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando la guerra de sucesión austriaca envolvió especialmente a Velletri, donde en 1744 las tropas hispano-napolitanas del rey Carlos de Borbón se enfrentaron a las austríacas, obteniendo una histórica victoria que hizo posible la supervivencia del Reino de las Dos Sicilias.
Aproximadamente cincuenta años después, la Campaña de Italia de Napoleón llevó la ocupación francesa hasta Roma, afectando también a los pueblos de Castelli Romani y arrebatando territorios y poderes a la Santa Sede. Tras el largo periodo de Restauración, en 1870 el Estado Pontificio fue anexionado al Reino de Italia junto con el territorio de Castelli Romani.
En 1856, bajo el pontificado de Pío IX, se inició una importante obra de desarrollo y mejora de las comunicaciones ferroviarias y por carretera con la inauguración de las dos vías férreas Roma-Frascati y Roma-Velletri, a las que siguieron Roma-Grottaferrata, Frascati-Grottaferrata-Genzano y Grottaferrata-Rocca di Papa.
Esto contribuyó a que Castelli Romani fuera un destino preferido para las excursiones y las vacaciones de los romanos. Más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial, prácticamente todos los centros castellanos sufrieron bombardeos y devastaciones.
En la actualidad, Castelli Romani ha vuelto a ser uno de los destinos más preciados del Lacio, tanto por sus conocidas especialidades enogastronómicas como por la belleza del paisaje, bien conservado gracias a la institución del Parque Natural Regional de Castelli Romani.